Artículo | Por Patricia Adrianzén de Vergara

Un médico de cuerpos y almas

“Os saluda Lucas, el médico amado…” (Colosenses 4:14)

¿Se imagina usted una navidad sin ángeles y sin pastores? ¿Conoceríamos los sentimientos de María sin el registro de aquel canto que ella entonó como respuesta a la misericordia de Dios en su vida y se conoce como el “Magníficat”? ¿Qué sabríamos de los inicios de la iglesia cristiana si no existiera el libro de los Hechos de los apóstoles?

Si bien es cierto, hoy tenemos un cuadro completo de la verdadera historia de Jesús a través de los escritos del Nuevo Testamento y en especial los evangelios, en esta oportunidad nos queremos referir a la importancia de Lucas como escritor bíblico.

En principio ¿qué conocemos acerca de este autor? ¿Qué sabemos acerca de Lucas el evangelista?

Sabemos que fue un fiel seguidor de Jesucristo aunque no lo conoció personalmente. Que cuando se convirtió colaboró en la evangelización con Pablo y lo acompañó en sus viajes misioneros (Hechos 16:10-11) y estuvo a su lado cuando éste fue encarcelado, al punto que Pablo, poco antes de su muerte, escribe acerca de la fidelidad de su amigo: “Sólo Lucas está conmigo” (1 Tim 4:11).

Sabemos que era griego y médico de profesión y que probablemente estudió en Alejandría. Sin duda tenía una educación refinada por lo cual sus escritos tienen un excelente estilo literario. Como escritor, él planeó escribir acerca de Jesús y su ministerio haciendo una investigación rigurosa de los hechos, cómo el mismo detalla en el prólogo de su evangelio:

“Me ha parecido también a mí, después de haber investigado con diligencia todas las cosas, desde su origen, escribírtelas por orden, oh excelentísimo Teófilo.” (Lucas 1:3)

Lucas se traza un plan para escribir sus dos libros desde el inicio y logra unir magistralmente la historia y la teología. Logra hacer la transición entre Israel y la iglesia y nos entrega un legado bien documentado de la verdad: “Para que conozcas bien la verdad de las cosas en las cuales has sido instruido”. (Lucas 1:4)

Sin el evangelio de Lucas, no tendríamos el registro de los ángeles y los pastores la noche que nació Jesús, no sabríamos con exactitud acerca del derramamiento del Espíritu Santo y todos los hechos de poder en la iglesia primitiva. No tendríamos la tierna perspectiva de un Jesús que ama especialmente a los pobres, desvalidos, a los niños, a las viudas y a las mujeres. Y gran parte de la vida de oración de Jesús nos sería desconocida. Nos habríamos perdido además los detalles de los sucesos impresionantes de los viajes misioneros de Pablo. ¡Sí, le debemos mucho a este gran escritor bíblico quien se propuso darnos a conocer la verdad!

Hace poco decidí volver a leer la novela titulada “Médico de Cuerpos y almas”, de la autora inglesa Taylor Caldwell. La había leído por primera vez hace treinta años cuando era adolescente, pero conservé durante todos estos años un dulce recuerdo de la historia. La novela publicada en el año 1958 sobrepasó la venta del millón de ejemplares y está basada justamente en la vida del evangelista Lucas. Ambientada en la Roma imperial y en la época del nacimiento de la fe cristiana ha sido clasificada como una novela histórica.

Taylor Caldwell narra la vida de Lucano, desde su niñez, su adolescencia, sus estudios universitarios y la gran lucha que el protagonista sostiene contra la muerte y contra Dios durante años, en su afán de arrebatar de la enfermedad y la muerte a sus seres queridos y a los más desvalidos. La autora diseña un personaje con un alma enferma que vive en contienda con Dios hasta que cree en Jesús. Al final de su lucha encuentra una fe inquebrantable. Lo peculiar de esta historia es que Lucas es presentado como un elegido de Dios desde su niñez, pero al sufrir la muerte de un ser amado durante su adolescencia se rebela contra Dios y decide ser médico para arrebatarle de las manos a los moribundos, para apaciguar el dolor con el cual supuestamente Dios castigaba a los hombres. Emprende así una misión por la vida, despojándose de sus riquezas, atendiendo a los más pobres, pero viviendo interiormente la soledad, la angustia, la duda y la ansiedad, hasta que se rinde frente al testimonio de Cristo. Si bien es cierto, esta historia está basada también en una investigación de la vida del evangelista, tiene una buena cuota de ficción, ya que la autora le atribuye milagros y hechos basándose en tradiciones y leyendas. Pero esto no menoscaba la riqueza del argumento y haciendo una lectura crítica elegimos valorar la historia de un hombre que lucha durante casi toda su vida con Dios, para luego tener un encuentro personal con él y servirle el resto de sus días. ¿No suena acaso familiar?

En Médico de Cuerpos y almas, la dura corteza de incredulidad de Lucas empieza a ser vencida cuando escucha los testimonios de las personas que vieron y escucharon a Jesús y que son justamente las que después él va a registrar en su evangelio. En unos de sus viajes conoce al Centurión cuyo siervo es sanado por Jesús. Este le narra la forma milagrosa en que Jesús sanó a su siervo y su gran bondad y autoridad. Días después será llamado a atender a un enfermo y cuál no sería su sorpresa al descubrir que el paciente agonizaba por la culpa, pues se trataba del joven rico que no pudo renunciar a todo lo que tenía por seguir a Jesús. Ahora al saber que había muerto pensaba que ya era demasiado tarde, y le aterraba la idea que en verdad Jesús hubiera resucitado y realmente sea Dios porque él lo había rechazado. Lucano escucha después la historia de la crucifixión a través de Prisco, un soldado romano que estaba a cargo de la ejecución y que escuchó de los labios de Jesús “Padre perdónalos porque no saben lo que hacen” y fue impactado tremendamente con su muerte.

Lucano no quiere esperar más para ir a Jerusalén e investigar más acerca de Jesús, lamenta no haberle conocido, aunque de niño vio la estrella que anunciaba su nacimiento. Lamenta haber luchado toda su vida contra Dios cuando él estaba manifestando su bondad y misericordia a los hombres en la tierra. Entonces va a Jerusalén, visita además Galilea y llega hasta Nazaret en busca de María la madre de Jesús para terminar de escribir su evangelio. La novela culmina con un diálogo entre Lucano y María, antes que éste parta a cumplir una misión evangelizadora.

Me parece muy interesante que la novela culmina con estas palabras como una invitación a la lectura de la Biblia: “Continúa en la Santa Biblia, el evangelio de San Lucas y los Hechos de los apóstoles”. Aunque en realidad es al revés, la novela fue inspirada en los escritos de este gran evangelista, la autora crea un nexo, para que podamos seguir a su personaje a través de la historia del cristianismo.

Y deseo hacerle la misma invitación. Que usted se anime a leer el evangelio de Lucas y el libro de los Hechos en forma continuada. Que tenga presente que Lucas escribió con el propósito de darnos a conocer la verdad. Que pueda admirarse de los detalles del evangelista, de su afán por registrar los hechos en toda su magnitud y profundidad. Que encuentre gozo al descubrir el amor de Jesús en sus palabras, que se deleite con la teología expuesta. Que descubra la unidad y continuidad entre ambos escritos que revelan tanto el nacimiento de Jesús como su segunda venida. Que piense cuando lea, que aquél “médico de cuerpos y almas” invirtió horas en recorrer Palestina investigando los hechos y horas en registrarlos uno a uno para que nos gocemos en la verdad y podamos también experimentarla, vivirla y compartirla.